El sufrimiento sin comprensión
Hay momentos en la vida en los que el sufrimiento que nos sobreviene es tan desbordante, que parece imposible poder explicarlo, cuanto más, compartirlo. A veces, el malestar es muy hondo, nos enfrentamos a situaciones límite, de esas que nos marcan, que nos transforman. Pero lo que puede ser aún más doloroso que el sufrimiento mismo, es la sensación de que las personas a nuestro alrededor no logran entender lo que realmente sentimos. Intentan ayudar, pero lo hacen desde su perspectiva, sin darnos espacio para vivir nuestro dolor y sin conocer lo que realmente estamos atravesando.
Cuando la ayuda se convierte en un obstáculo
Es común que las personas intenten consolarnos o darnos consejos pobres: "Ánimo", "Todo pasa por algo", "Sé fuerte, ya verás que se solucionará"..... Y aunque esas palabras son dichas con cariño, nos resuenan vacías por dentro. La gente que nos quiere, tiene la necesidad de vernos bien, de que superemos rápido la adversidad, porque les duele vernos sufrir. Lo que en realidad procuran, sin darse cuenta, es aliviar su carga antes que la nuestra, sin entender que el dolor no tiene calendario,que no se debe forzar el proceso de recuperación.
Cuando nos enfrentamos a problemas complejos, de esos que nos rompen por dentro, esas palabras, aunque bien intencionadas, pueden generar frustración. Nos hacen sentir incomprendidos, como si nuestra experiencia no fuera válida o digna de tenerse en cuenta.
Y lo peor, a veces nos sentimos presionados a “mejorar rápido” porque no queremos seguir preocupando a los nuestros. La cuestión es que este dolor que algunos se empeñan en eliminar de cuajo, se convierte en nuestro aliado, nos impulsa a seguir vivos, a encontrar la salida en nuestra encrucijada, y a no dejarnos morir de pena, porque de otra forma, quedaríamos anestesiados sin posibilidad de movimiento.
El problema de no preguntar "¿Qué necesitas?"
Muchas veces, las personas que intentan ayudar, lo hacen desde su propia perspectiva, basándose en lo que ellas creen que sería útil para nosotros. Pero lo que no entienden es que, cuando estamos inmersos en un pozo profundo, nuestras necesidades no siempre coinciden con lo que ellos piensan. Su empeño de “arreglar” las cosas no siempre es la respuesta correcta.
A veces, lo único oportuno es ser escuchados sin que nos ofrezcan soluciones ni consejos. Solo anhelamos que alguien nos acompañe en la pena, sin intentar cambiarla o minimizarla. Necesitamos un soporte que acoja nuestras emociones, que nos abrace en nuestra tristeza, rabia, hundimiento....y que nos tienda una mano amable y desinteresada. Sobre todo pedimos esto a las personas de confianza que creemos que nos quieren, y nos encontramos con la "sorpresa", inesperada y dura, de una escucha superficial, una gran incomprensión, soluciones prematuras, o bien, intentos de disuadirnos de sentir lo que estamos sintiendo o la pretensión de hacernos cumplir sus rígidas expectativas. Así el abismo en el que nos encontramos crece más aún, junto con el asomo de la decepción.
El peligro de la incomprensión emocional
El hecho de no ser "vistos" en nuestro sufrimiento, genera más angustia. Quien intenta ayudar solo desde su perspectiva, sin flexibilidad y sin apertura a otras ideas, ignora tu sentir. Es como si estuviéramos diciendo "esto es lo que me está pasando, esto es lo que me duele" y la respuesta fuera un simple "todo va a mejorar". Este tipo de comentarios, no hace más que resaltar la desconexión entre lo que realmente nos hace falta y lo que recibimos.
Cuando alguien que te quiere no logra comprender lo que estás experimentando, se puede generar un sentimiento de soledad. Y no es porque no te quieran, sino porque no saben cómo estar para ti de la manera adecuada, no saben qué hacer. No siempre tienen la profundidad emocional para manejar la situación de una forma que te haga sentir acompañado de manera genuina.
La importancia de la verdadera conexión
La conexión real no trata de dar consejos, ni de subestimar lo que sentimos. Trata de estar presente, de escuchar, de no juzgar lo que sucede, de ofrecer un espacio seguro en el que podamos ser nosotros mismos, sin miedo a ser rechazados.
La auténtica sensibilidad es preguntar con sinceridad, “¿Qué te hace falta? ¿Cómo puedo ayudarte?” En lugar de asumir como verdad absoluta lo que piensas que el otro requiere, es fundamental aprender a dejarle que se exprese e interesarte por lo que te está intentando transmitir. El acompañamiento emocional íntegro requiere paciencia, tiempo y la voluntad de estar presentes sin rigidez mental y sin intentar apresurar el proceso, solo es suficiente permanecer al lado de quien lo espera de tí con amor.
Es importante señalar que no siempre podremos entender el sufrimiento del otro, todos tenemos nuestras propias experiencias y formas de vivir nuestros padecimientos. Teniendo esta idea clara, nos daremos cuenta de que la verdadera ayuda no está en imponer lo que creemos que es lo acertado, sino en dar espacio para que la persona se exprese y nos deje entrar en su dolor tal y como es, para poder llegar al fondo de su corazón y aliviarlo.
Lo realmente imprescindible
Voluntad de entendimiento, ponerse en el lugar del que sufre sin presiones ni expectativas, pensar que lo que consideramos bueno para nosotros, puede ser una carga muy pesada para el otro, por ello es indispensable ESCUCHAR ATENTAMENTE CON AMOR.
A veces, lo único irreemplazable es que alguien esté ahí, en silencio, aceptando nuestro dolor.
Una luz de esperanza
Siempre habrá alguna persona cercana, que tenga la sensibilidad para tratarte como mereces, para secar tus lágrimas, darte un abrazo, cogerte de la mano, hacerte una llamada, correr a tu lado, ofrecerte todo lo que tiene sin esperar nada a cambio, sacarte una sonrisa, y a veces hasta una risa cuando crees que es imposible, darte "tu sitio", amarte solo por ser TÚ, no por cómo eres, sino por QUIÉN ERES.....Y eso será un tesoro inmenso, será un baño de dulzura en medio de lo amargo de tu pena, te mojará como la lluvia y te calará hasta que se esponje un poquito ese corazón descuidado. Te sentirás afortunado por haber encontrado lo que algunos nunca encontrarán: la alegría de dejarse amar, y, siendo consciente de su valor, la guardarás con esmero y cuidado para el resto de tu vida, junto con tu amor acrecentado hacia estos ángeles que no te dejaron solo.